Antes de nada, voy a contar cómo viví la tarde-noche de ayer. Luego me meteré en datos objetivos...
Estaba bastante tranquila, pero a eso de las ocho de la tarde me entró el famoso NERVIONEO en el estómago y me sentía NERVIONENSE. Me puse mi bufanda (cortesía de mi amiga Lourdes) y me dejé la voz desde ese mismo momento cantando a voz en grito en clave sevillista. Empezó el partido y yo sólo confiaba en los míos. Con el gol del Hannover en la portería de Palop, me puse más NERVIONENSE aún. Pero seguía confiando en los míos. Con el gol en propia puerta del rival, me puse contenta (¿para qué negarlo?). Pensaba que marcaríamos dos goles y que estaba hecho todo. Pero me equivoqué totalmente. Mi Sevilla cayó en Europa. Bien visto, esta eliminación hace que los jugadores tengan menos kilómetros en las piernas y que no tengan que soportar el ritmo de partido el jueves-sábado o el jueves-domingo, lo cual ayuda a no llenar la enfermería.
Voy a contar cómo fue el partido de anoche:
El Sevilla jugó para ganar, ganó por ocasiones, pero perdió por la eficacia de los alemanes. No venció el más voraz, sino el más certero.
El Sánchez Pizjuán se vistió de gala para vivir una noche de épica, fútbol y remontada. El equipo correspondió mientras tuvo fuerzas y acabó enredado en la desesperación generada por el férreo posicionamiento del Hannover y su suma eficacia. Lo puso todo el equipo de Marcelino, pero en ocasiones el fútbol también exige fortuna y en esta eliminatoria los nervionenses no la tuvieron en absoluto.
Si el fútbol se tradujera al boxeo, bien se podría decir que el Sevilla se ha impuesto a los puntos en una eliminatoria igualada que decidió la letalidad. En la vuelta el Sevilla fue mucho más, tuvo minutos de buen fútbol, juego bien trazado, desde atrás, con calma, afinado, llegando bien y claro arriba, pero errando en los metros finales. Ésa fue la tónica de un encuentro cruel que ha degollado muchas ilusiones, demasiadas, por el simple hecho de que el balón no se alió con la red, sino con las manoplas salvadoras de un Zieler intratable. El arranque sevillista, todavía con los ecos del arrebatador himno del Centenario resonando, fue intenso. Sin pasarse de rosca, pero acosando a los alemanes, el equipo mostró mucha convicción en sus avances. En los cinco primeros minutos Kanouté había avisado hasta en dos ocasiones. El juego se volcaba mucho en la izquierda, con Perotti muy participativo. Al cuarto de hora Negredo ya había mandado el balón al palo… El acoso era continuo, con un Medel soberbio cerrando la divisoria. Pero el Hannover resistía y daba la sorpresa en el minuto 27, en una rápida contra que acabó con pase mortal de Rausch y gol de Abdellaoue.
El palo fue tremendo, pero el fútbol a su manera demostraba por enésima vez que la justicia no tiene porque existir en un terreno de juego. Tras el tanto alemán llegaron minutos tontos, pero pronto el Sevilla se fue arriba y si no empató Kanouté, después de un gran control, fue porque Zieler hizo una parada sensacional. El cerco estaba hecho y por ocasiones se intuía el empate, que finalmente acabó llegando de la forma más absurda. Centro de Perotti y gol en propia puerta de Pogatetz.
La igualada sentó muy bien a los locales, que en el arranque de la segunda mitad incluso metieron una marcha más. Navas aparecía mucho más y en apenas cinco minutos forzaba dos tarjetas. Perotti de falta probaba a Zieler, pero el meta estaba intratable. La bravura de Medel empujaba a los suyos hacía adelante, Escudé tenía el gol en la testa cuando remataba totalmente solo… Pero no, el gol no llegaba, y el paso de los minutos minaba los esfuerzos. El Hannover estaba plantado atrás sin ofrecer fisuras, faltaba en ocasiones conducción, porque costaba crear en el mediocentro. Marcelino, que ya había sacado a Manu del Moral por Negredo, advertió eso y sacó a Campaña. El canterano por momentos pareció reanimar al equipo con su visión de juego, aunque más bien fue un espejismo, pues las llegadas hispalenses eran cada vez menores y menos claras.
La ejecución del guión por parte del Hannover fue perfecta. Cuando el final del choque asomaba, el conjunto alemán ejerció el otro fútbol con eficacia y por momentos desquició a los voluntariosos sevillistas. Medel, rebosado en impotencia, se fue a la calle y en el último córner Palop subió a intentar rematar un córner que acabó en segunda jugada y remate de Escudé desde la frontal que se acabó marchando para siempre. Y así murió el Sevilla, de pie, peleando, pero sin orientar sus puños más bien por la rabia que aloca al guerrero que tras haber cumplido su parte con creces ve que se desangra sin poder hacer nada por evitarlo. Eso es el fútbol.
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