No pude ver el partido por la hora a la que empezaba, pero lo seguí por la radio.
Emery sacó de inicio a Beto, Diogo, Fazio, Fernando Navarro, Alberto Moreno, Rakitic, Kondogbia, Jairo, Rabello, Marin y Gameiro. Me encantó el once.
Les dejo la crónica de la web oficial:
Los equipos que quieren estar arriba tienen que tener a un fuera de serie, a
una figura, a un jugador que tenga estrella para poner luz cuando el partido se
oscurece. El Sevilla tiene a uno de esos, Marko Marin, que tiene ese peso de
crack para cambiar un choque y que además todo lo que hace lo ejecuta con una
clase refinada, con exacerbada elegancia, como si en vez de jugar al fútbol
tocara el arpa con su diestra celestial... Este jueves el alemán se consagró en
el Sánchez Pizjuán con una actuación memorable y dos golazos de excepción que
sacaron al Sevilla del lío en el que se había metido en la primera mitad,
víctima de las indecisiones y titubeos de una defensa que todavía necesita
ajustes.
Marin es sensacional y con su fútbol tapó los claros de una noche
que se pudo haber puesto muy fea en la primera parte. No obstante, para hacer
honor a la verdad, cabe señalar que en el minuto uno, muy bien asistido por
Rakitic, Gameiro tuvo el primero, pero Gikiewikz, que hizo un partidazo, arruinó
el tanto. Los primeros diez minutos locales fueron muy buenos, con muchos
movimientos de los mediaspuntas. El Slask, sin embargo, avisó dos veces a balón
parado y a la tercera dio un zarpazo que dejó grogui al Sevilla. Sobota dejó
atrás a Alberto Moreno, centró y Peixoa mandó a la red un cabezazo inapelable.
Con el 0-1 el Sevilla se volvió un flan atrás, si bien arriba tenía ocasiones
clarísimas, sobre todo un mano a mano de Jairo que de nuevo desbarató Gikiewikz.
Kondogbia, con dolores en el estómago, tuvo que salir por Iborra. Al equipo le
costaba sacar el balón y la imprecisión dominaba casi todas sus facetas de
juego. La cosa se pudo poner verdaderamente fea cuando una dejada corta de Diogo
a Beto fue interceptada por los polacos y hasta en dos veces el meta luso tuvo
que salvar los muebles con sendas intervenciones providenciales. Los fantasmas
de Braga y Hannover comenzaron a desfilar por las galerías del Sánchez Pizjuán y
sólo con el empate de Rakitic, que llegó con una falta lateral, se comenzó a
respirar algo más tranquilo. Algo, porque el Slask tuvo hasta dos nuevas claras
ocasiones antes del descanso, aprovechándose de la endeblez de una defensa que
sufría de veras.
Se esperaba un cambio en el Sevilla en la reanudación, al menos mayor seguridad
a la hora de controlar el partido, pero la línea del choque no varió y no se
encontró el necesario equilibrio. Los de Emery llevaban el peso, pero el Slask
se plantaba ante Beto con extrema facilidad. Beto una vez más sostuvo al
Sevilla, con otra soberbia intervención ante Sobota en el minuto seis. Ahí
estuvo el partido, porque en la siguiente jugada Jairo provocó la roja directa
de Dudú, lo que obviamente puso el choque más cerca de los locales. Rápidamente
Emery sacó a Bacca por el propio Jairo. Aún así, incluso con superioridad
numérica, al Sevilla le sobraba contoneo y le faltaba pegada, en parte porque a
Gameiro tampoco se le veía suelto, sino más bien lo contrario. Fue entonces,
cuando todo apuntaba a un atasco de nervios y emoción, el momento en el que
apareció el hombre del partido, con permiso de Beto. El Sevilla salió rápido a
la contra, tras un nuevo ataque peligroso del Slask, Marin recibió en la
frontal, se coló con esa habilidad tan suya, con ese regate corto desconcertante
para quien lo sufre, pisó área y la cruzó con el exterior al único hueco que
dejaba libre la estampa del hasta entonces crecido Gikiewikz.
Con el 2-1 el choque cambió significativamente. Ya con Perotti por Rabello en el
campo –muy bien el chileno- el tercero parecía un hecho, aunque la acumulación
de polacos en su retaguardia no propiciaba demasiados espacios. Una rápida
jugada por banda con buen pase de Diogo acabó con remate de Gameiro en boca de
gol y despeje al larguero y afuera. Rakitic, muy regular a lo largo de todo el
choque, botó el saque de esquina, Iborra la bajó y Gameiro sólo tuvo que poner
la cabeza para hacer el tercero. Con pocos minutos para el final, el Sevilla se
lanzó a por el cuarto y Marko Marin encontró el premio, con una jugada
primorosa, sólo apta para jugadores de primerísima categoría, de los que marcan
la diferencia. El alemán se internó por el flanco izquierdo del área, regateo
hasta a su sombra, dejó en el suelo a Gikiewikz y empujó el cuero al fondo de
las mallas para delirio de un respetable al que se le llenaba la boca entonando
el nombre del excelso y menudo internacional alemán.
El 4-1 deja prácticamente encarrilada la eliminatoria y un muy buen sabor de
boca, porque el potencial y las opciones que tiene este equipo de medio campo
para adelante es tremendo. Sin embargo, hay que limar muchos aspectos de una
defensa que sufrió en exceso, hasta el punto de que el pase a la fase de grupos
se pudo poner muy feo con el 0-1 en contra, si no hubiera sido por un colosal
Beto. Todavía en el mes de agosto, hay tiempo para seguir mejorando un equipo
que, dado el gran margen de mejora que atesora, tiene mucho que decir en esta
campaña.
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