De los 21 convocados, Emery decidió dejar en la grada a Juan Soriano, Nico Pareja y Benoît Trémoulinas. Apostó por Beto, Diogo, Dani Carriço, Arribas, Fernando Navarro, Krychowiak,
Iborra, José Antonio Reyes, Éver Banega, Aleix
Vidal y Kevin Gameiro.
Si por mí fuera, me quedaría callada. Como me debo a mis lectores, les dejo la crónica de la web oficial:
El Sevilla se lleva un punto del Maurice Dufrasne, que es lo que
realmente mereció, porque si bien dispuso de buenas ocasiones para
marcar, también las tuvo el Standard. El choque pudo caer para cualquier
lado, por eso las tablas en cierta medida hacen justicia a lo que se
vio en el terreno de juego. Ambos equipos protagonizaron un partido
repleto de vaivenes, con alternativas continuas, pero sin una
superioridad clara en ningún bando. El Sevilla fue guadianesco, salió
bien, acaparando la pelota y buscando con mucha determinación la puerta
de Thuram. Pero el Standard resistió el buen arranque de los
nervionenses y se vino arriba de la mano de un soberbio Mpoku, que
catapultó a los suyos, apareciendo en esos instantes turbios Krychowiak,
los centrales Arribas y Carriço, y sobre todo Beto. Cuando peor lo
pasaban los hispalenses, tras una salida en tromba de los locales en la
reanudación, Gameiro apareció en varias ocasiones y metió el miedo en el
cuerpo al Standard. Con Bacca y Denis en el campo el equipo dio un paso
más y llegaron ocasiones clarísimas. No era el día del colombiano, que
las tuvo y muy buenas. Y al final hubo que decir gracias porque en la
última jugada del choque Krychowiak sacó bajo de palos lo que hubiera
sido el gol de la victoria del Standard.
Más que el empate, lo que desentona en el marcador a tenor de los visto
en el césped es el 0-0 final, porque hubo oportunidades de sobra para
que no hubiera sido así. Sin embargo, fue más el día de los porteros que
el de los atacantes, sobre todo, en clave sevillista, el de Beto y no
el de Gameiro y Bacca. Con un once híbrido, en el que Unai combinó
habituales con jugadores que han tenido menos oportunidades, entre los
que destacaba el debutante Arribas, e Iborra jugando en la mediapunta,
el Sevilla saltó al campo con voluntad de tener la pelota y darle buen
uso, siempre mirando hacia arriba. Banega tomó el timón sin complejos y
sobre todo volcando con mucho criterio el juego por la derecha, con
Diogo y Vidal muy incisivos. Vidal, Reyes y Krichowyak tuvieron su
oportunidad, pero no había precisión en el remate y si la había aparecía
Thuram, muy avispado. El Standard comenzó timorato, flácido, titubeante
en exceso. Pero al conservarse entero ante el fuerte inicio
del Sevilla, comenzó a creer en sus posibilidades, sobre todo a través
de Mpoku, que comenzó una verdadera exhibición. El último cuarto de hora
de la primera mitad fue un acoso y derribo de los belgas y sólo la
templanza de Beto impidió irse perdiendo al descanso.
El Standard salió con el mismo ardor en la reanudación, con un juego muy
emocional, contagiado de su público. Arribas y Carriço mantuvieron bien
el pulso y sobre todo Beto continuó dando seguridad cuando más lo
necesitaban los suyos. Mboku y Fatuh tuvieron el primero, pero casi
instantáneamente respondió el Sevilla con una salida rápida en la que
Gameiro tuvo en su testa el gol. Esa jugada metió el miedo en el cuerpo
al Standard, que echó el freno temeroso de ser pillado a la contra por
los andaluces. El choque se equilibró más y Gameiro, que aunque no la
tocaba siempre transmitía peligro, inició y culminó una jugada que acabó
con un disparo mordido estrellándose en el palo de Thuram, tras
desviarlo ligeramente Diogo. El partido estaba en un pañuelo y
cualquiera de los dos equipos se lo podía llevar. Unai movió ficha
rápido, sacando a Bacca y Denis por Gameiro y Reyes. El gallego, aunque
escorado a la izquierda, se unió a Banega en la zona ancha y el Sevilla
ganó más enteros. De ahí al final el partido fue suyo, sobre todo de
Bacca, que tuvo tres o cuatro situaciones de gol muy claras,
principalmente un remate en el área chica que mandó arriba tras
controlar mal en primera instancia. Deulofeu saltó al campo por Vidal,
con el fin de darle una nueva vía de ingenio al ataque. El Standard miró
el reloj y optó por proteger el punto que con todo merecimiento tenía
en la buchaca. Y lo hizo bien, hasta el punto de que las dos últimas
gran ocasiones del partido fueron suyas, con un remate de Teixeira que
Krychowiak sacó en la línea de gol, y al bote del córner con un disparo
de Trebel que Vinicius fue incapaz de rematar con Beto ya batido. Fue el
último episodio de un partido voluble en el que pudo pasar de todo y al
final pasó demasiado poco.
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