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miércoles, 12 de agosto de 2015

Morimos matando (5-4)

Emery salió de inicio con Beto, Coke, Rami, Krychowiak, Trémoulinas, Krohn-Dehli, Banega, Reyes, Iborra, Vitolo y Gameiro. En el banquillo se quedaron
Sergio Rico, Mariano, Kakuta, Luismi, Denis Suárez, Konoplyanka e Immobile, mientras que Escudero se quedó en la grada.


Les dejo el resumen de la web oficial (no tengo palabras, sólo aplausos):

El Sevilla tenía esta noche uno de esos partidos que se juegan al filo de lo imposible, donde además de la intención, hay que rozar la perfección y todavía esperar que el rival que está en frente no tenga su día. No lo hizo todo perfecto, pero sí lo suficiente para poder ganar, sacando ADN de campeón, levantándose cuando todo parecía acabado, compitiendo con esa casta que le hace diferente y le iguala a mejores. Con un 4-1 en contra, sacó la cara y dio un paso adelante, una vez más demostró que nunca muere hasta que el árbitro diga lo contrario, que es indomable en su espíritu, también en los escenarios más adversos. E igualó, con más hazaña incluso que fútbol, un partido perdido, forzó la prórroga y cayó de pie, buscando el quinto para llegar a los penaltis. El Barça alzó el título, pero el Sevilla ganó aun más credibilidad, creció como equipo y se dio un baño de autoestima para la temporada que recién comienza. Aún sin título, por las venas de este equipo sigue corriendo sangre de campeón.

Era difícil prever un  desarrollo similar. Porque el choque fue un zig-zag de emociones que tuvo de todo. El comienzo fue soñado, con un golpe franco soberbio de Banega que Ter Stegen sólo pudo observar. En ese punto del encuentro, la clave estaba en resistir lo suficiente hasta que aparecieran los nervios en el Barcelona. Pero en el Barcelona juega Leo Messi y si se le concede una falta en la frontal, cuatro minutos después, la suerte está echada.     La igualada azulgrana heló la efervescencia nervionense y el Barça metió una marcha más, se hizo dueño de la pelota y, otra vez a balón parado por medio de Messi, hizo el segundo en el minuto 16. Una vez se puso por delante, el Barcelona bajó revoluciones, en parte porque el Sevilla se rehízo. La presión del Barça no era ya tan intensa en la salida de la pelota y el equipo de Unai Emery en el último cuarto de hora comenzó a pisar área con mayor constancia. Por momentos la balanza del juego caía del lado nervionense y de hecho una buena jugada de Reyes y Vitolo, por poco acaba en gol, si no salva in extremis Dani Alves, con Ter Stegen superado. Todo hacía indicar que el descanso iba a llegar con el Sevilla en su mejor momento, jugando más en el campo del Barça. Pero fue justo entonces cuando sucedió la jugada que, a priori, parecía romper el choque. El Barça pilló al Sevilla en una contra, algo que equivale casi a gol. Suárez se plantó solo ante Beto, salvó el portugués en primera instancia, pero el rebote fue a parar al uruguayo, que asistió por debajo de las piernas de Krohn-Dehli para que Rafinha llegara en carrera y marcara a bocajarro.     En la reanudación la emoción pareció esfumarse definitivamente a los seis minutos, porque el Sevilla salió confuso, sobre todo  a la hora de sacar la pelota jugada. Demasiadas dudas ante un Barcelona que no perdona y que aprovechó un mal pase atrás de Tremoulinas para hacer el cuarto, firmado por Luis Suárez. Con 4-1 y 39 minutos por delante, lo fundamental era evitar un resultado escandaloso. Pensar en algo más en ese momento se antojaba un disparate. Sin embargo, no hay disparate que valga cuando este Sevilla tira de espíritu y compite como sabe.   La suerte, en definitiva, parecía echada, pero una jugada llena de orgullo de Vitolo, acabó en un centro medido desde la izquierda y gol a placer de Reyes. 4-2 y de nuevo el partido vivo, aunque todavía muy lejos. Como podía, sobre todo volcando el juego por la izquierda, el Sevilla hacía daño. Konoplyanka saltaba al campo por Reyes, pero no era el ucraniano sino Tremoulinas, quien, otra vez por la izquierda, ponía un balón de oro al área, donde Vitolo era derribado claramente por Mathieu. Gameiro no tuvo piedad desde los once metros y puso un 4-3 en el marcador, que pocos minutos antes se antojaba improbable.     Y así, tirando de carácter, una vez más abanderando el nunca se rinde, encarnando los valores de la casta y el coraje el Sevilla entraba en el último cuarto de hora del choque con posibilidades reales de igualar una final que durante muchos minutos había estado perdida. El Sevilla, que creía en la hazaña, adelantó la presión e incluso embotelló a un Barça que sólo se limitaba a mirar el reloj. Inmobile y Mariano saltaron al campo por Gameiro y Mariano. Y el italiano, pícaro, sorprendió a Bartra con un rápido desmarque y la puso al segundo palo para que Konoplyanka sólo tuviera que empujar.     Hazaña consumada y una prórroga de infarto. Más ganas que fuerzas, intenciones, pero aún más respeto como en todo tiempo extra que se precie, sobre todo porque a estas alturas de la temporada el cansancio hace mella. Krychowiak, vendado, aguantaba como podía y sobre todo Mariano en las filas sevillistas era quien ponía el picante. Pero el propio Mariano cometió falta sobre Messi en el balcón del área y una vez más de falta llegó el gol. El primer intento lo rechaza la barrera, el rechace lo caza Messi de nuevo, respondiendo Beto abajo al seco despeje del argentino, pero Pedro en boca de gol remachaba adentro. Palo tremendo, pero sobre todo injusto, aunque una vez más el Sevilla no claudicó y dio un último arreón. Coke tuvo el quinto, con un cabezazo que se fue por muy poco, tras una falta medida de Banega. Pero había más. Un nuevo desmarque de pillo de Inmobile, muy parecido al del cuarto gol, acabó en un remate con Rami solo, que se iba arriba. La justicia le daba la espalda a un Sevilla campeón, con independencia del 5-4 final, un Sevilla bravo, un Sevilla que no sale derrotado, que jamás se entregó y que ni siquiera necesitó levantar el título para hacer algo grandioso. La derrota más que dulce es honrosa, si es que es realmente derrota.

Les dejo el parte médico sobre Krychowiak:

El esfuerzo del equipo este martes fue titánico y hubo un jugador, Krychowiak, que incluso acabó el partido vendado. El polaco es el único futbolista que sale tocado de la final, con una fisura costal. Se irá incorporando a los entrenamientos en función de la tolerancia al dolor que vaya mostrando. 

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