Emery salió de inicio con Beto, Coke, Rami, Krychowiak, Trémoulinas, Krohn-Dehli, Banega, Reyes, Iborra, Vitolo y Gameiro. En el banquillo se quedaron
Sergio Rico, Mariano, Kakuta, Luismi, Denis Suárez, Konoplyanka e Immobile, mientras que Escudero se quedó en la grada.
Les dejo el resumen de la web oficial (no tengo palabras, sólo aplausos):
El Sevilla tenía esta noche uno de esos partidos que se juegan al
filo de lo imposible, donde además de la intención, hay que rozar la
perfección y todavía esperar que el rival que está en frente no tenga su
día. No lo hizo todo perfecto, pero sí lo suficiente para poder ganar,
sacando ADN de campeón, levantándose cuando todo parecía acabado,
compitiendo con esa casta que le hace diferente y le iguala a mejores.
Con un 4-1 en contra, sacó la cara y dio un paso adelante, una vez más
demostró que nunca muere hasta que el árbitro diga lo contrario, que es
indomable en su espíritu, también en los escenarios más adversos. E
igualó, con más hazaña incluso que fútbol, un partido perdido, forzó la
prórroga y cayó de pie, buscando el quinto para llegar a los penaltis.
El Barça alzó el título, pero el Sevilla ganó aun más credibilidad,
creció como equipo y se dio un baño de autoestima para la temporada que
recién comienza. Aún sin título, por las venas de este equipo sigue
corriendo sangre de campeón.
Era difícil prever un desarrollo similar. Porque el choque fue un
zig-zag de emociones que tuvo de todo. El comienzo fue soñado, con un
golpe franco soberbio de Banega que Ter Stegen sólo pudo observar. En
ese punto del encuentro, la clave estaba en resistir lo suficiente hasta
que aparecieran los nervios en el Barcelona. Pero en el Barcelona juega
Leo Messi y si se le concede una falta en la frontal, cuatro minutos
después, la suerte está echada.
La igualada azulgrana heló la efervescencia nervionense y el Barça metió
una marcha más, se hizo dueño de la pelota y, otra vez a balón parado
por medio de Messi, hizo el segundo en el minuto 16. Una vez se puso por
delante, el Barcelona bajó revoluciones, en parte porque el Sevilla se
rehízo. La presión del Barça no era ya tan intensa en la salida de la
pelota y el equipo de Unai Emery en el último cuarto de hora comenzó a
pisar área con mayor constancia. Por momentos la balanza del juego caía
del lado nervionense y de hecho una buena jugada de Reyes y Vitolo, por
poco acaba en gol, si no salva in extremis Dani Alves, con Ter Stegen
superado. Todo hacía indicar que el descanso iba a llegar con el Sevilla
en su mejor momento, jugando más en el campo del Barça. Pero fue justo
entonces cuando sucedió la jugada que, a priori, parecía romper el
choque. El Barça pilló al Sevilla en una contra, algo que equivale casi a
gol. Suárez se plantó solo ante Beto, salvó el portugués en primera
instancia, pero el rebote fue a parar al uruguayo, que asistió por
debajo de las piernas de Krohn-Dehli para que Rafinha llegara en carrera
y marcara a bocajarro.
En la reanudación la emoción pareció esfumarse definitivamente a los
seis minutos, porque el Sevilla salió confuso, sobre todo a la hora de
sacar la pelota jugada. Demasiadas dudas ante un Barcelona que no
perdona y que aprovechó un mal pase atrás de Tremoulinas para hacer el
cuarto, firmado por Luis Suárez. Con 4-1 y 39 minutos por delante, lo
fundamental era evitar un resultado escandaloso. Pensar en algo más en
ese momento se antojaba un disparate. Sin embargo, no hay disparate que
valga cuando este Sevilla tira de espíritu y compite como sabe.
La suerte, en definitiva, parecía echada, pero una jugada llena de
orgullo de Vitolo, acabó en un centro medido desde la izquierda y gol a
placer de Reyes. 4-2 y de nuevo el partido vivo, aunque todavía muy
lejos. Como podía, sobre todo volcando el juego por la izquierda, el
Sevilla hacía daño. Konoplyanka saltaba al campo por Reyes, pero no era
el ucraniano sino Tremoulinas, quien, otra vez por la izquierda, ponía
un balón de oro al área, donde Vitolo era derribado claramente por
Mathieu. Gameiro no tuvo piedad desde los once metros y puso un 4-3 en
el marcador, que pocos minutos antes se antojaba improbable.
Y así, tirando de carácter, una vez más abanderando el nunca se rinde,
encarnando los valores de la casta y el coraje el Sevilla entraba en el
último cuarto de hora del choque con posibilidades reales de igualar una
final que durante muchos minutos había estado perdida. El Sevilla, que
creía en la hazaña, adelantó la presión e incluso embotelló a un Barça
que sólo se limitaba a mirar el reloj. Inmobile y Mariano saltaron al
campo por Gameiro y Mariano. Y el italiano, pícaro, sorprendió a Bartra
con un rápido desmarque y la puso al segundo palo para que Konoplyanka
sólo tuviera que empujar.
Hazaña consumada y una prórroga de infarto. Más ganas que fuerzas,
intenciones, pero aún más respeto como en todo tiempo extra que se
precie, sobre todo porque a estas alturas de la temporada el cansancio
hace mella. Krychowiak, vendado, aguantaba como podía y sobre todo
Mariano en las filas sevillistas era quien ponía el picante. Pero el
propio Mariano cometió falta sobre Messi en el balcón del área y una vez
más de falta llegó el gol. El primer intento lo rechaza la barrera, el
rechace lo caza Messi de nuevo, respondiendo Beto abajo al seco despeje
del argentino, pero Pedro en boca de gol remachaba adentro. Palo
tremendo, pero sobre todo injusto, aunque una vez más el Sevilla no
claudicó y dio un último arreón. Coke tuvo el quinto, con un cabezazo
que se fue por muy poco, tras una falta medida de Banega. Pero había
más. Un nuevo desmarque de pillo de Inmobile, muy parecido al del cuarto
gol, acabó en un remate con Rami solo, que se iba arriba. La justicia
le daba la espalda a un Sevilla campeón, con independencia del 5-4
final, un Sevilla bravo, un Sevilla que no sale derrotado, que jamás se
entregó y que ni siquiera necesitó levantar el título para hacer algo
grandioso. La derrota más que dulce es honrosa, si es que es realmente
derrota.
Les dejo el parte médico sobre Krychowiak:
El esfuerzo del equipo este martes fue titánico y hubo un jugador,
Krychowiak, que incluso acabó el partido vendado. El polaco es el único
futbolista que sale tocado de la final, con una fisura costal. Se irá
incorporando a los entrenamientos en función de la tolerancia al dolor
que vaya mostrando.
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